lunes, 18 de marzo de 2013


CÓMO NOS ENFERMAN LAS EMOCIONES

 

¿Qué nos enferma?

En la sociedad del siglo XXI todo sucede vertiginosamente: la tecnología avanza a pasos agigantados, casi sin darnos tiempo de asimilar algo nuevo cuando ya otra cosa lo reemplaza,  smart phones, redes sociales, todo se sabe casi en el instante en que ocurre.  Sin embargo, esta velocidad poco tiene que ver con nuestros ritmos internos.

Nuestro cuerpo y nuestra psique están preparados para acompañar ciclos más tranquilos, como los de la naturaleza, donde la adaptación se produce gradualmente y todo se da de forma natural y armoniosa. El vernos expuestos a tanta información, a las urgencias del trabajo y la familia, las responsabilidades en todas las áreas, terminan generando altos niveles de estrés que a su vez degeneran en enfermedad si no son tratados a tiempo.

Mientras que para la medicina alopática estamos divididos y atomizados, para las medicinas orientales y las terapias holísticas somos seres integrales, cuerpo-mente y espíritu en comunión, y no es posible separar uno de otro. Si una emoción es sostenida en el tiempo lo bastante, terminaremos enfermando del órgano que esté relacionado. Y este es un concepto fundamental de las medicinas orientales, cada órgano está asociado a una emoción y es el que recibe las consecuencias de nuestra carga emocional.

Somos seres energéticos, como todo lo que existe en el Universo. La enfermedad nos habla, viene a enseñarnos algo. Esta visión, novedosa para occidente, nos muestra una claridad profunda para nuestra evolución. Aprender a reconocer y escuchar lo que el cuerpo nos dice es una clave para tomar conciencia de que algo está ocurriendo más allá de lo físico. Por eso es importante que hagamos un análisis interno de qué nos está ocurriendo en nuestra vida en ese momento o en la etapa en la que el síntoma se haya originado, todo lo que sucede en la mente ocurre también en el cuerpo.

¿Cómo saber qué nos dice el síntoma? Esta pregunta la respondemos simplemente observando qué nos impide hacer y a qué nos obliga. Si nos sentimos presionados en nuestro trabajo o familia, y estamos “hasta las narices” de determinadas situaciones, un resfrío fuerte o gripe nos obliga a parar unos días días y repornernos. Si acostumbramos a callar aquello que nos pasa probablemente sufriremos con frecuencia de faringitis, laringitis o incluso aparecerán nódulos en la garganta. Si somos de aquellas personas que “se tragan todo” puede ser que enfermemos en nuestro aparato digestivo; los pulmones tienen que ver con el contacto y la comunicación con el otro, los riñones con los miedos, el hígado con la ira, el páncreas con la dulzura que falte en nuestra vida, nuestro cuerpo expone lo que nuestra alma calla.

Un ejercicio que podemos poner en práctica es observar nuestro cuerpo en el momento en que una emoción ocurre: un enojo repentino, tristeza, melancolía, una emoción violenta o un momento de euforia, todo resuena en alguna parte del cuerpo, si aprendemos a prestar atención a qué parte mueve cada emoción tendremos un mapa que nos mostrará por dónde puede surgir o estallar la enfermedad. Es esta una manera sencilla de conocernos y aprender a prevenir los problemas antes de que se manifiesten físicamente.

En la actualidad tenemos a disposición herramientas para llegar al autocontrol y el autoconocimiento, una de ellas y más que importante es la Meditación. A través de ella vamos calmando la mente, aprendiendo a controlarla para que no sea ella la que nos maneje. La meditación tiene efectos muy positivos en quienes la practican, al aprender paulatinamente a parar esa voz interna que muchas veces es como una radio encendida día y noche, donde sin parar surgen problemas, preocupaciones y proyecciones a futuro que nos angustian, vamos progresivamente acallándola, serenándonos, recuperando el equilibrio interior que se manifiesta luego en cada área de la vida. Es una práctica diaria que transforma en cuerpo y mente, aquietando las aguas emocionales y consecuentemente produciendo un efecto rebote en el cuerpo, que empieza a funcionar de manera más armónica.  Personalmente comencé a meditar ante un diagnóstico de colon irritable y a los dos meses y ante el asombro de la gastroenteróloga que me atendía los síntomas desaparecieron para nunca más regresar. Esto no significa que no debemos cuidarnos y chequearnos médicamente, por el contrario, el control clínico es importante y necesario siempre; pero seguramente si realizamos una práctica meditativa diaria enfermaremos menos y nuestro estado anímico será más alegre y optimista en general, la meditación nos torna en personas positivas, serenas, y desde esa actitud interna los problemas se enfrentan y solucionan de un modo absolutamente diferente.

Existen otras disciplinas que pueden colaborar en mantenernos sanos y equilibrados: yoga, tai chi, Reiki, Oriente es prolífico en bienestar y salud, y en los últimos años hemos recibido una numerosa cantidad de técnicas que incorporamos en nuestra sociedad de una manera gradual pero creciente, que ya no vemos como algo exótico o extraño sino que las integramos en la búsqueda de una mejor calidad de vida.

Aprender a conocernos y reconocernos, escuchar nuestro cuerpo, amarnos y valorarnos como seres únicos e irrepetibles es el primer paso para lograr una vida larga y sana, fluír con su devenir sin obstinarnos en mirar hacia atrás en un intento inútil de retener lo que ya no está, estar aquí y ahora, en este presente eterno que es la única realidad que existe, aceptar los cambios como parte natural de la vida y fijarnos metas posibles para que el horizonte no nos muestre un futuro incierto o amenazante si no una bella promesa por venir.

Alma Balaguer